7 de octubre: el bastardo de Lepanto

Un 7 de octubre tuvo lugar la batalla de Lepanto y Juan de Austria fue el héroe del momento. Un joven que no hacía tanto había descubierto lo que unos pocos sabían y muchos sospechaban: que era uno de los hijos bastardos del emperador.


Retrato de Juan de Austria, uno de los bastardos de Carlos V. Foto de Creative Commons.

Un día como hoy, 7 de octubre, pero del año 1571, la Santa Liga formada por España, Venecia y los Estados Pontificios, derrotó y destruyó a la flota turca en Lepanto, la mayor batalla naval en Europa desde el tiempo de los romanos y que catapultó al estrellato al jovencísimo almirante victorioso: el hijo ilegítimo de un emperador, Juan de Austria.

Hola, soy Ana Nieto y esto es Calendario de Historias, una producción de Audire Podcast. Nuestra misión es recordar el pasado, indagar en algunos de sus momentos y personajes históricos y buscamos qué nos queda de ello.

El día de la batalla las dos flotas se encontraron esa mañana temprano en el mar Jónico. Había amanecido con niebla, las naves

se desplegaban movidas por los remos de miles de galeotes.
En total se miran 90.000 hombres por cada lado y entre los soldados de la Santa Liga, al menos una mujer, la andaluza María la Bailaora.

Alrededor del mediodía, el primer disparo. Siguen órdenes en varios idiomas, flechas, balas, metralla, cañones y bombas incendiarias. Y, adelantada la batalla, abordajes, golpes de espadas y cuchilladas.

Al final de un pandemonio de cinco horas, la derrota turca es total: casi toda su flota hundida y sus muertos se cuentan en decenas de miles.

Ese día se frenó la expansión otomana. El Mediterráneo se dividió, de facto, en dos, con Oriente para los turcos y el Occidente para los Austrias y sus aliados italianos. Pero Lepanto significó más: la idea de que los temidos turcos no eran invencibles.

Lepanto también trajo el ascenso al estrellato del almirante Juan de Austria. No estaba nada mal para un joven de 24 años al que de niño todos llamaban Jerónimo, ignoraba quiénes eran sus padres y al que, cada poco, ordenaban cambiar de casa.

Juan de Austria había nacido en la ciudad alemana de Ratisbona en 1947, o quizá dos años antes. Fue el fruto de relación entre Barbara Blomber, joven, burguesa y soltera y Carlos de Hansburgo, viudo, cercano a los 50 y conocido en toda Europa como el, emperador del Sacro Imperio Romano, rey de Castilla, Aragón, las Indias, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Jerusalén. También como duque de Borgoña y Brabante, señor de los Países Bajos, Conde de Rosellón, Cerdaña y Tirol, archiduque de Austria..

El nacimiento se guardó en secreto y corrió un tupido velo casando a Bárbara con Jerónimo Pyramus, llamando al bebé igual que su supuesto padre y mudando la nueva familia a Bruselas.

A los pocos años, el niño vivió su primera mudanza. Se le envió a vivir a Leganés, junto a la familia de un músico de la corte imperial.

Pasados unos años, otra nueva mudanza, esta vez a Valladolid para ser criado por la esposa del mayordomo del emperador Luis de Quijada

Y todavía habría otra nueva mudanza. Con los Quijada viaja al monasterio de Yuste, a donde se había retirado el emperador Carlos después de abdicar en su hijo Felipe II.

Y en Yuste, el emperador conoció al niño. Y se prendó de él, de su inteligencia y de su carácter. El emperador nunca le dijo a su hijo cuál era el vínculo que los unía pero sí lo reconoció en un codicilo a su testamento en el que además ordenaba que el niño debía cambiar su nombre por el de Juan de Austria. Juan en honor a su abuela, la reina Juana, conocida – o mal conocida– como La Loca.

Tras la muerte del emperador, fue el propio rey Felipe II quien comunicó al niño, que en ese momento tenía 12 años, que eran hermanastros.

A partir de entonces, Juan se integró bastante bien en la familia real–al fin y al cabo, para sus familiares reales un nuevo bastardo no era novedad, ni siquiera su reconocimiento.

Sin embargo, la nueva relación nunca fue en términos de iguales. Para amargura de Juan, nunca recibió ni el tratamiento de Alteza Real ni el título de infante de España. Y, por protocolo, estaba obligado a caminar detrás de todos los miembros de la Familia Real.

Según pasaban los años, en Juan se desarrolló un deseo manifiesto de destacar. Quizá por su infancia de niño escondido y no reconocido o por su experiencia de igual, pero no del todo, dentro de la familia del rey. O quizá, simplemente que era su carácter. Lo cierto es que muy pronto buscó hacer carrera militar y el éxito le llegaría muy pronto al aplastar la revuelta morisca de las Alpujarras de Granada.

Y es precisamente esa victoria una de las razones por las que se le nombra Almirante de la flota de la Santa Liga, aunque también influyó que era el hermanastro de Felipe II y que España era el gran paganini de la expedición.

Después vino Lepanto y con ello su ascensión al estatus celebrity. Y ahí comenzó a ambicionar tener su propio reino, pasando los años siguientes en Nápoles alimentando sus sueños.

Así están las cosas cuando se le ordena un nuevo destino: los Países Bajos donde se está disputando la Guerra de los Ochenta Años.

Flandes está que arde. Por una parte, las provincias del norte en rebelión ante la dominación española y pidiendo libertad religiosa para los protestantes. Por la otra, Felipe II que no quiere oír de esas cosas. Y, complicando las cosas, los abusos sobre la población civil de las tropas del rey, a los que crónicamente se le debían los sueldos.

La buena estrella militar que había acompañado a Juan de Austria hasta entonces, le abandona nada más llegar a Flandes en noviembre de 1676, en vísperas del desastre que supuso Saqueo de Amberes: cuatro días de orgía de saqueos, incendios, violaciones y asesinatos a manos de tropas españolas.

Siguen dos años muy difíciles. Los Tercios se van de Flandes y después retornan. Hay victorias, pero también derrotas. No hay dinero, no hay refuerzos. Sabemos por sus cartas que en verano de 1578 Juan de Austria sufre una depresión, sin duda afectado por el turbio asesinato de su secretario, en el que está involucrado el secretario del Rey. En un cúmulo de desgracias, las fiebres lo debilitan durante semanas mientras unas almorranas lo atormentan.

Y eso fue lo que mató al héroe de Lepanto, una almorrana mal operada que le provocó una hemorragia y lo desangra. Era el 1 de octubre de 1578. Tenía 31 años.

Al conocer la noticia, Felipe II ordena la repatriación de los restos. Para ello, se corta el cadáver en tres pedazos, que se recomponen al llegar a España.
Y al que nunca fue Infante de España en vida se le enterró en el Panteón de los Infantes de El Escorial.
Sobre su tumba, su figura en mármol, para siempre joven, vestido con armadura pero con los guantaletes quitados. Un sutil recuerdo de que el héroe de Lepanto, no murió en campo de batalla.

Hoy Lepanto y Juan de Austria perviven en los callejeros de ciudades y en el diccionario. Un lepanto es el gorro de los uniformes de gala de la marinería.

Hoy también ha cambiado el estatus de los bastardos. En España se igualaron en 1981 los derechos de los nacidos tanto dentro como fuera del matrimonio. Sin embargo, pervive una excepción: en cuestiones de aristocracia los bastardos no tienen derecho a los títulos nobiliarios.


Entre otros hechos que ocurrieron también un 7 de octubre destacan:

El fin definitivo a la esclavitud en Cuba, por un decreto de 1886 del Ministerio de Ultramar.

Justo al año siguiente, se inicia oficialmente en Cartagena la construcción del primer submarino militar del mundo, diseñado por Isaac Peral.

En 1985, el Frente de Liberación de Palestina secuestra el crucero Achille Lauro, Y en 2001, comenzó la Guerra de Afganistán tras los atentados del 11-S.

Y si, además, te interesa saber qué otros hechos sucedieron en 1571, el año de la batalla de Lepanto, destacan que:

Miguel Lopez de Legazpi fundó Manila, en las Filipinas, nació el pintor italiano Michelangelo Caravaggio, la reina Isabel I de Inglaterra inauguró la bolsa de Londres, y en Escocia se rebelaron los católicos.

Para acabar el episodio de hoy, una cita de Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su brazo izquierdo en Lepanto:
«Parece que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de todas las ciencias» .

Este episodio ha sido producido por el equipo de Audire Podcast, esto es, María Luz Rodríguez y quien les habla, Ana Nieto. Mañana será otro día.

Música Aser Rodríguez y EpidemicSound
Producción de Audire Podcast
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