Fue en una noche de invierno de 1938, en plena Guerra Civil, cuando el cielo de España se enrojeció como si estuviera ardiendo.
Se la conoce como la Aurora Boreal de la guerra civil o también, simplemente, como la del 38. Pero hay quien prefiere llamarla La Tormenta de Fátima.
En Calendario de historias recordamos a la aurora boreal que, por unas horas, puso a la guerra en segundo plano.
Aurora Boreal. Foto de Creative Commons.
Una semana como hoy (la primera semana de abril), pero de hace 82 años, se publicó uno de los comunicados más famosos de la historia de España. Uno que dice así:
“La firma del comunicado era escueta. Solo un apellido: Franco, que se acompañaba de un título grandilocuente: Generalísimo, y una fecha altisonante: Año de la Victoria”.
Y así la Historia con mayúsculas inició un nuevo camino en España. Siguieron 36 años de dictadura y se acabaron 3 años de guerra civil encarnizada.
Hoy en Calendario de Historias recordamos un hecho extraordinario que sucedió durante la contienda y que, por un momentico, la relegó a un segundo plano.
Fue el día en el que el cielo se tornó rojo. Pero no un rojo cualquiera. Era un Rojo-fuego. Rojo-apocalipsis.
Bienvenidos una semana más a Calendario de Historias, soy Ana Nieto y les invito a que me acompañen a repasar el pasado, a conocer a sus protagonistas y a ver lo que nos queda de ello hoy.
El 25 de enero de 1938 España se encontraba enfangada en su segundo año de guerra civil. El frío atroz helaba los pies de los soldados y la población civil se había acostumbrado a mirar angustiada hacia arriba, temiendo la aparición de aviones y bombardeos.
Pero nadie esperaba lo que se vio en el cielo después de caer la noche, a eso de las ocho.
En toda la península la oscuridad desapareció y el cielo se iluminó de un rojo intenso, roto en algunos puntos por bandas de luces blancas fulgurantes.
Hubo sorpresa. Después desconcierto e incluso terror. Por unas horas la guerra pasó a la sombra.
En Madrid, donde el cielo rojizo era especialmente intenso hacia el oeste, se creyó que el monte del El Pardo estaba en llamas. Pero la teoría del incendio pronto se descartó. La luz estaba demasiado alta. Tenía que ser un fenómeno meteorológico.
Pero, ¿cuál? y ¿qué significaba?
Mientras para algunos era un evento con base científica, otros encontraban explicaciones arcanas.
Unos se encerraron a cal y canto en sus casas. Otros salieron a los campos o a los montes o a las calles y las iglesias se llenaron. Se rezaron rosarios encadenados y se habló de la sangre de los muertos en la guerra. Tenía que ser eso.
Pero para muchos católicos no cabía duda de que se estaba ante una de las tres profecías de la Virgen de Fátima. Según los creyentes, la Virgen se habría aparecido a Lucía, Jacinta y Francisco, tres niños pastores portugueses el 13 de mayo de 1917 y, entre otras cosas, les habría dicho:
“Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo de Dios anunciando que está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra.”
A decir verdad, el desconcierto no estaba limitado al interior de las fronteras españolas, sino que abarcaba prácticamente a toda Europa Occidental, desde Escocia en el Norte a Cádiz en el Sur, y desde Austria en el Este a Irlanda en el Oeste. Después se supo que el cielo rojo había cubierto también parte de Norteamérica, desde Canadá a las Bahamas.
Al igual que en España, la primera reacción casi universal fue tocar las campanas y llamar a los bomberos, solo que no había fuego que apagar. Esta llamada la hizo, incluso, el Castillo de Windsor, en Inglaterra.
En el Atlántico varios capitanes de buques verificaron una y otra vez sus estaciones de radio para comprobar si recibían mensajes de S.O.S. para ir a auxiliar a lo que creían que eran barcos que tenían que estar ardiendo en la lontananza. Pero nadie envió la petición.
En Canadá las radios de onda corta dejaron de funcionar por 12 horas. Mientras, en Inglaterra, los trenes de la línea Manchester -Sheffield pararon porque las señales dejaron de funcionar. Y en Estados Unidos algunos teletipos de la compañía Western Union comenzaron a recibir telegramas que no eran más que la suma de letras, números y signos sin sentido. Eran indescifrables.
Después vinieron las interpretaciones, tanto científicas como exotéricas. Y en esto último la cultura de cada región jugó su parte. Mientras que en las tierras bajas de Escocia ese cielo rojizo sólo podía presagiar una mala noticia, en Holanda, donde la reina Juliana estaba a punto de dar a luz a la princesa heredera ,el firmamento en fuego se interpretó como un buen auspicio.
Y a eso de las 3 de la madrugada hora de la península, ese portento rojo, tal como vino, se fue.
En España se volvió a la guerra pero en la memoria de millones de europeos quedó grabado ese fenómeno que no era otra cosa que una aurora boreal. Eso sí, la mayor que se había visto en Europa desde principios del siglo xviii, más de 250 años atrás. La había provocado una tormenta solar descomunal.
La aurora boreal, que recibe su nombre de Aurora, la diosa romana del amanecer y de la palabra latina Bóreas, que significa norte, es la aurora polar de nuestro hemisferio.
Se sabe que son conocidas desde la antigüedad aunque habría que esperar al siglo XVI para que se comenzasen a estudiar científicamente.
Su origen se encuentra en el sol y en las partículas denominadas viento solar que nuestro astro emite continuamente. Tardan en llegar a nuestro planeta unos dos días donde chocan con nuestro campo magnético.
La forma, la trayectoria y los colores de la aurora boreal dependen de diversos factores, que no son fáciles de predecir.
Aunque es relativamente común verla en las zonas próximas al círculo polar ártico, particularmente en ciertas épocas del año, lo cierto es que de media pueden verse en España tres veces en el plazo de un siglo. De hecho se vieron también en 1989 y 2003, aunque eso sí, no con la intensidad que sucedió en 1938, cuando fue colosal.
De hecho, la tormenta solar que originó la aurora boreal del 38 fue tan excepcional que a día de hoy en ciertos círculos se la llama la Tormenta de Fátima, en alusión a las profecías apocalípticas de la Virgen de esa advocación.
Los turistas que deseen ver las auroras deben saber que no están limitados a las boreales. También es posible ver el mismo fenómeno atmosférico en el hemisferio sur: son las auroras australes, que pueden verse en la Antártida, Nueva Zelanda, Australia, Islas Malvinas o Ushuaia, en Argentina.
Y quizá los turistas terrícolas del futuro puedan ver las auroras de Júpiter, Saturno, Urano o Neptuno, planetas que, como el nuestro, poseen campos magnéticos fuertes.
Y en 1938, el año en el que la Aurora Boreal se vio en toda Europa sucedieron otros hechos interesantes.
En España, en el marco de la guerra civil, tuvo lugar la cruentísima Batalla del Ebro, que se alargó entre los meses de julio y noviembre y que ganó el bando sublevado.
También fue el año en el que las Brigadas Internacionales salieron de España y las tropas franquistas llegaron al Mediterráneo a la altura de la ciudad castellonense de Vinaroz, dividiendo así en dos al territorio republicano y aislando a Cataluña.
En el campo político, se constituyó el primer gobierno franquista y en el bando republicano el socialista Indalecio Prieto dimitió como ministro de Defensa por sus enfrentamientos con los comunistas.
En el resto de Europa, 1938 fue el año de la anexión de Austria y de los Sudetes checos por parte de Alemania. Gran Bretaña y Francia dieron el visto bueno a la expansión de la Alemania nazi a costa de Checoslovaquia en el Pacto de Munich en un intento fútil por apaciguar a Hitler y evitar la guerra.
Una guerra que llegaría un año más tarde.
Y 1938 también fue el año en el que Superman apareció por primera vez en un cómic, un programa de radio Orson Wells creó pavor por unas horas, se interpretó jazz por primera vez en el Carnegie Hall y se patentó el nylon, una fibra sintética que revolucionó el mercado de las medias. También ese año falleció el líder turco Attaturk y en Roma, la víspera de Reyes, nació Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, conocido como Juanito por sus amigos y familiares y como Rey Emérito para el resto.
Y terminamos el programa de esta semana con un poema de Miguel Hernández, de quien se acaba de cumplir el 79 aniversario de su muerte en prisión.
Tristes guerras
si no es amor la empresa. Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras. Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores. Tristes, tristes.
Calendario de Historias es una producción de María Luz Rodríguez, en Ourense, y yo, Ana Nieto, en Brooklyn, Nueva York. Volvemos la semana que viene.
Música de Aser Rodríguez y EpidemicSound
Producción de Audire Podcast
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