Un fabricante de fármacos rico tuvo un sueño: importar a Estados Unidos todos los pájaros que salían en las obras de Shakespeare.
Lo que pasó, nunca lo había imaginado.
El sueño que acabó en pesadilla
En una semana como hoy, la última de enero, pero del año 1827 nacía en Nueva York Eugene Schieffelin, quien años más tarde se haría famoso por su sueño de introducir en Estados Unidos todos los pájaros que aparecían en las obras de William Shakespeare.
Y así, lo que nació como una ilusión se convirtió en una pesadilla.
Las bandadas de estorninos pueden ser aterradoras. Foto Creative Commons.
Hola, soy Ana Nieto y esto es Calendario de Historias. Una producción de Audire Podcast donde una vez a la semana recordamos un evento histórico o a sus protagonistas e indagamos qué nos queda de ello.
Eugene Schieffein era un ornotilogista aficionado al que le fue muy bien dedicándose a la fabricación de productos farmacéuticos. Tenía dos grandes aficiones: la lectura de las obras de Shakespeare y los pájaros por lo que se propuso unir dos pasiones e importar a Estados Unidos todos los pájaros que aparecían en los libros del autor inglés.
Lo cierto es que esta idea no era nueva. Ya lo había intentado la Sociedad de Aclimatación Americana, a la que Schieffelin pertenecía, pero había fracasado en su intento. Habían dejado en libertad ruiseñores y alondras, pájaros que, efectivamente, aparecían en las obras de Shakespeare. Pero habían muerto
Ahora era el turno de Schieffein para intentarlo. Y un frío día de marzo de 1880 cumplió el primer paso de su sueño. Liberó en Central Park, en el corazón de Manhattan, unos 60 estorninos por los que había pagado una fortuna para importar desde Europa.
Los pájaros encontraron refugio frente al frío en los recovecos del edificio del Museo de Historia Natural y allí comenzaron a reproducirse.
Nada presagiaba que la aventura podía acabar mal. Los estorninos europeos son unos pájaros pequeños, de plumaje negro roto por lunares blancos.
Pero tienen además otras características que resultaron decisivas para su éxito en las décadas siguientes.
Los estorninos tienen una gran visión binocular y un pico con características anatómicas que les permite buscar y encontrar en el suelo invertebrados e insectos. Esto hace que en el invierno no tenga la necesidad de viajar a climas más cálidos. Y esto, a su vez, lleva a que puedan apoderarse de los mejores lugares para anidar, porque nunca los abandonan.
Además, los estorninos atosigan a otros pájaros como los azulejos o los carpinteros, a los que fuerzan a abandonar sus nidos.
Y por si eso fuera poco, los estorninos en invierno vuelan en bandadas compuestas por varios miles de pájaros que son capaces de comer de una sola vez las semillas recién plantadas de una finca y son un desastre cuando encuentran sembrados de fresas, arándanos, tomates, higos, melocotones, manzanas o cerezas. También les gustan las uvas.
Son, también, el terror de los granjeros con animales porque engullen con deleite los granos depositados para el alimento de vacas, cerdos, ovejas y otros animales. Se estima que una bandada de 1.000 estorninos pueden comer casi 50 kilos de grano en un día.
Y todavía hay más. Sus excrementos contaminan el agua y pueden transmitir enfermedades, tanto humanas como de otros animales y transportarlas de granja a granja, de campo a campo.
Que la aventura de los estorninos se había ido de las manos quedó pronto evidente. Está documentado que en 1914 los residentes de Hartford, la capital del estado de Connecticut, intentaban espantar a los estorninos colocando ositos de peluche cerca de sus nidos y, en algunos casos, disparando fuegos artificiales desde las ramas de los árboles con nidos.
Con el mismo fin de espantar a los estorninos hubo un tiempo en el que la Casa Blanca operaba un sistema de megáfonos que emitían sonidos de búhos, que se creía que alejaban a los estorninos. El Capitolio llegó a más y desplegó cables electrificados alrededor de sus columnas.
Y a lo largo y ancho de EE.UU. la gente prueba de todo en su lucha contra el pájaro que vino de Europa: lo envenena, tiende trampas, le dispara, coloca tecnología disuasoria. Pero a día de hoy, la batalla la ha ganado el estornino.
En Estados Unidos son considerados una especie invasora y se calcula que su número excede los 200 millones de pájaros, pudiéndose ver no solo en los 48 estados contiguos de Estados Unidos sino también en Alaska y en los países vecinos de Canadá y México.
Se estima que los estorninos le cuestan a los agricultores unos 800 millones de dólares anuales en pérdidas.
Además de los estorninos, Eugene Schieffelin intentó introducir en Estados Unidos otros pájaros: el bellísimo camachuelo y el pinzón. No tuvo éxito.
Falleció en 1906 sin tener ni idea de que había causado un terrible problema medioambiental en su país.
En 1827, el año en que nació Eugene Schieffelin también sucedió que la compañía holandesa NHM obtuvo el monopolio para traficar con opio en Java.
Ese mismo año, falleció Ludwig van Beethoven, y según el líder religioso Joseph Smith el Angel Moroni le dio unas placas de oro que él parcialmente tradujo en lo que se conoce como El libro del Mormón.
Y en España ocurrió la Guerra de los Agraviados, también conocida en Cataluña como la de los malcontents. Fue un conflicto que se alargó durante medio año principalmente en Cataluña pero también en Aragón, Valencia, Andalucía y País Vasco.
El núcleo era la queja contra medidas del gobierno de Fernando VII que se consideraban desacertadas. Entre las quejas figuran que no se había restablecido la Inquisición o que el rey tenía amistad con personas consideradas afrancesadas.
Esta revuelta se considera como un preludio o antecedente de lo que más tarde serían las guerras carlistas.
También fue el año en el que se acabó de construir la Puerta de Madrid, la última puerta monumental en la capital de España. Y ese es también el año en el que es posible que Francisco de Goya pintase La Lechera de Burdeos. La autoría de este cuadro es muy discutida.
Y terminamos el programa de hoy dedicado a los pájaros con una cita de Matar a un Ruiseñor, la obra maestra de Harper Lee:
“Los ruiseñores sólo se dedican a cantar para alegrarnos. No estropean los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar un ruiseñor».
Esto ha sido todo por hoy. Regresamos la semana que viene. Hasta entonces nos despedimos María Luz Rodríguez y yo, Ana Nieto. Disfruten la semana. Y no olviden: el lunes 1 de febrero, volvemos.
Música Aser Rodríguez y EpidemicSound
Producción de Audire Podcast
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