Un joven madrileño se convirtió, hace 51 años, en el primer secuestrador aéreo de España. Fue un hecho insólito y, al mismo tiempo, relativamente común, porque las décadas de los 60 y de los 70 tienen el récord de secuestros de aviones.
También contamos en el episodio de hoy un robo aéreo que trajo loco al FBI.
El primer secuestro aéreo en España
En la tarde-noche del 7 de enero de hace 51 años, Mariano Ventura Rodríguez, un estudiante de bachillerato y de informática de 18 años, se subió a un avión de Iberia que hacía la ruta Madrid-Barcelona.
50 minutos después del despegue, Ventura llamó a una de las azafatas, la encañonó, le mostró un cuchillo y a continuación se dirigieron los dos hacia la cabina. Nada más entrar, comunicó su demanda al capitán: “quiero ir a Cuba inmediatamente y sin rechistar”
Así se inauguró la historia de los secuestros aéreos en España, delito ya frecuente en otros países y que se incrementó en la década de los 70.
Avión de Iberia. Creative Commons.
Hola soy Ana Nieto y esto Calendario de Historias, un podcast con el que de lunes a viernes les proponemos repasar la historia, recordar a sus personajes y ver qué nos queda de ello.
Cuando Mariano Ventura informó al capitán de sus intenciones, siguieron escenas de nervios y, también, algunas propias de una película de Berlanga.
En la cabina, informaron al secuestrador que el avión no tenía combustible para volar a La Habana. Siguieron conversaciones en las que el joven–apuntando con la pistola al cuello del piloto- pidió entonces ir a Albania. Y después de un rifirrafe dialéctico, dio por ciertas las explicaciones del piloto de que sería necesario hacer escala en Marsella y Roma a repostar.
A ratos hubo momentos de tensión, como cuando Ventura amenazó con disparar a los pasajeros. Pero también de risa nerviosa, como cuando regresó momentáneamente a la cabina para informar a los viajeros que le debían estar agradecidos porque, gracias a él, iban a conocer Marsella, Roma y Tirana, unas ciudades que calificó como de muy bonitas.
Mientras, el piloto conseguía comunicarse con la torre de control de Zaragoza e informar sobre qué estaba pasando.
Y a partir de ahí el Ejército tomó control de la situación.
A bordo, la tripulación, siguiendo un paripé rápidamente acordado, fingió que había una avería y era necesario aterrizar.
Lo hicieron en Zaragoza. A continuación, el mecánico del avión hizo su papel desenchufando unos fusibles, dejando a la nave a oscuras y sin aire acondicionado.
Mientras, La guardia civil pinchaba los neumáticos de la nave, un operario dejaba sin luz a todo el aeropuerto y los militares intentaban comunicarse con el secuestrador por megáfono: si mataba a alguien, lo fusilaban. Si se rendía tal y como estaban las cosas, le caerían un par de años de cárcel y nada más.
Finalmente, 4 horas después de iniciar su intento de secuestro, Mariano Ventura se rindió y bajó por las escalerillas del avión. Apestaba a alcohol.
Mariano Ventura, el mayor de cuatro hermanos que nunca se había metido en líos y hasta entonces era considerado como un muchacho de carácter pusilánime, había comprado la pistola la víspera de reyes en una juguetería. Porque el arma era eso, un juguete de plástico, aunque muy realista. Y el cuchillo que portaba, era romo.
Familia y conocidos nunca encontraron explicación a lo que Mariano Ventura hizo el 7 de enero de 1970, y lo achacaron a la moda del momento de secuestrar aviones para desviarlos hacia Cuba.
Ventura cumplió fue condenado a pena de cárcel de 6 años y un día, que cumplió en Carabanchel, y a pagar 17,777 pesetas a Iberia.
Una vez en libertad, conoció a una chica, formó una familia y jamás se metió en ningún tipo de líos. Ni tampoco quiso hablar del que le encumbró a ser un epígrafe en la historia de la aeronáutica.
La década de los años 70 sufrió una epidemia de secuestros de aviones a nivel mundial, y algunos acabaron dramáticamente.
Los años entre 1968 y 1972 es cuando más secuestros hubo en los que Cuba era el destino soñado por los piratas aéreos, habiendo más de 80 casos confirmados de secuestros o intentos de secuestro, la inmensa mayoría con origen en EE.UU.
Las razones que arguían los secuestradores eran muy variadas, desde solicitudes de asilo, a afinidades políticas o, simplemente, casos de trastornos psiquiátricos.
Los secuestros comenzaron a declinar rápidamente cuando en 1973 Cuba y Estados Unidos llegaron a un Memorándum de Entendimiento sobre la materia y cuando al año siguiente una ley estadounidense autorizó los controles en aeropuertos de personas y sus equipajes. Esto llevó a la instalación masiva de detectores de metales.
Y de esta época es uno de los grandes misterios de la historia de la aviación, que nada tiene que ver ni Cuba ni con ningún tema político.
El enigma empezó el 24 de noviembre de 1971. Esa mañana, un hombre de mediana edad, vestido de traje y corbata y con un maletín en la mano se acercó al mostrador de la aerolínea Northwest Orient en el aeropuerto de Portland, Oregón. Dijo llamarse Dan Cooper y compró un billete de solo ida para el vuelo 305 a Seattle, que pagó en efectivo.
Ya acomodado en su asiento 18 C pidió bourbon con soda antes de despegar. A mitad del vuelo, el supuesto señor Cooper llamó a una azafata. Le entregó una nota en la que decía que tenía una bomba y abrió brevemente su maletín. Se veía una pequeña barra roja y unos cuantos cables. A continuación añadió de palabra sus demandas: 4 paracaídas y $200 mil dólares en billetes de 20. La azafata las anotó y le pasó la nota al capitán.
Resumiendo, lo que pasó a continuación fue lo siguiente: el avión aterrizó en Seattle, donde el señor Cooper dejó en libertad a los 36 pasajeros. A cambio, las autoridades hicieron subir al avión los paracaídas y el dinero. A continuación, el avión despegó rumbo a México con la tripulación y el secuestrador a bordo, volando siempre por debajo de los 10.000 pies, como demandó el señor Cooper.
Y sobre las 8 de la tarde, en algún punto entre Seattle y Reno, el secuestrador se dirigió hacia la parte posterior del avión y, con el dinero del rescate a cuestas, se lanzó en paracaídas.
Nueve años más tarde, un niño encontró en la orilla del río Columbia un paquete medio podrido con 5.800 dólares. Los números de serie coincidían con los entregados a Cooper. Pero del resto del dinero, que hoy en día equivaldría a 1 millón 200 mil dólares, nunca se supo.
Tampoco se encontró al secuestrador, ni vivo ni estrellado. Y la verdadera identidad de Don Cooper nunca se ha conocido. En 2016, tras seguir cientos de pistas durante 45 años, el FBI cerró el caso sin resolver.
Y otros 7 de enero también sucedieron los siguientes eventos:
En 1610, Galileo Galilei descubre los tres primeros satélites de Júpiter. Los nombró utilizando números romanos. A partir de 1975 la nomenclatura cambió y se les conoce como Io, Europa y Ganymede, que son nombres propios de la mitología greco-romana relacionados con Júpiter/Zeus.
En 1714, el inglés Henry Mill patentó la máquina de escribir y en 1904 comenzó a utilizarse CQD como la primera señal de socorro internacional. Dos años más tarde fue sustituida por S.O.S.
Y en 1970, el año en el que se produjo el primer secuestro aéreo en España, en Ancash, Perú, un potente terremoto provocó un alud que sepultó a las comunidades vecinas dejando más de 70 mil muertos.
En Egipto comenzó a funcionar la gran presa de Aswan, que permite el control de las aguas del Nilo y también fue el año del llamado Septiembre Negro, un conflicto violento entre Jordania y la Organización para la Liberación de Palestina.
También se fundó la organización palestina militante conocida con ese nombre: Septiembre Negro. Dos años más tarde serían los responsables del secuestro y asesinato de once atletas israelíes durante los juegos olímpicos de Munich.
Y también fue el año en el que los Beatles grabaron su último disco: Let it be.
En España fue el año en el que ETA ejecutó su primer secuestro: la víctima fue el cónsul alemán en San Sebastián. También fue el año en el que el presidente Nixon visitó Madrid, las autoridades cerraron el cabaret barcelonés de El Molino por inmoralidad y las canciones de moda fueron Te quiero Te quiero de Nino Bravo y el mítico Mediterráneo de Joan Manuel Serrat.
Y para terminar, una cita de Memorias de Africa de la escritora danesa Isak Dinesen
«El lenguaje se queda corto para expresar la experiencia de volar y tienes que terminar inventando nuevas palabras».
Calendario de Historias se despide hasta mañana. En la redacción, edición, producción y montaje, María Luz Rodríguez, desde
Ourense y yo, Ana Nieto, desde Brooklyn. O lo que es lo mismo, Audire Podcast.
La música es de Aser Rodríguez y EpidemicSound
Y en la producción, Audire Podcast
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