Un rey castellano en Washington

La cara de Alfonso X El Sabio está cincelada en la Cámara de Representantes de Washington D.C.

En este episodio de contamos como el rostro de un rey castellano de hace 800 años acabó en el gran edificio legislativo de Estados Unidos.


Un rey castellano en Washington

El 6 de enero de este año, mi idea era, como siempre, celebrar Reyes Magos, aunque desde años que vivo en Brooklyn. A mi hijo le gusta y a mí también.

Pero mi atención pasó de los regalos y de la decisión de comprar el rosco de reyes en una panadería mexicana y no en una francesa a las noticias. El seis de enero fue el día en el que una turba asaltó el Congreso de EEUU y anonadada pasé horas pegada a la pantalla de la televisión, del ordenador y del whatsapp . Era una realidad que no se sentía como tal.

Desde entonces de ese día, de sus razones y de sus significado he hablado multitud de veces con amigos y colegas. Y en una de esas conversaciones, alguien –no recuerdo quién– dijo una frase que se me quedó grabada: ¿qué pensaría Alfonso X El Sabio cuando los veía pasar con sus cuernos y sus armas?

¿Alfonso X? ¿Verlos pasar? ¿En el Congreso de Estados Unidos?

Confieso que fue ahí cuando me enteré que en el Capitolio hay un relieve con el rostro de Alfonso X.
Pero, ¿por qué un rey de Castilla de hace ocho siglos se encuentra el edificio que representa el poder legislativo de Estados Unidos?

La respuesta a esa pregunta es de lo que va el programa de hoy, con motivo de que esta semana es el aniversario de su coronación como rey de Castilla y León, allá por 1252, hace casi 770 años.

De la respuesta a esta pregunta les queremos hablar en el programa de esta semana. Y si lo hacemos ahora es porque fue en una semana como esta de 1252 cuando Alfonso X, el llamado sabio, fue coronado rey de Castilla y león. Hace 770 años.

Alfonso X con cortesanos. Foto de MLR.

Hola soy Ana Nieto y esto es Calendario de Historias, un podcast en el que cada semana recordamos un hecho o un personaje del pasado y nos preguntamos qué queda de ello.

Del fin de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos salió no solo victoriosa sino súper potencia. Siguieron años de ambiente alegre y lleno de esperanzas. Por todo el país hubo mudanzas, obras y mejoras. Entre ellas las de la Cámara de Representantes, dentro del gigantesco edificio que es el Capitolio.

Sobre las puertas de la galería se incorporaron, en mármol, los perfiles de 23 personajes históricos. La única condición era que sus trabajos debían consagrar principios básicos de las leyes de los Estados Unidos de América.

Y entre esos 23 una es la del rey Alfonso X el sabio. El artista Gaetano Cecere esculpió en un medallón su perfil, el de un hombre con melena y barba. Con arrugas en la frente y alrededor del ojo que se ve y que parece un tanto hinchado, como el de un hombre que no ha dormido en mucho tiempo. Viste una corona y se le percibe sereno, mientras mira, impávido, hacia la derecha.

Las Siete Partidas o El Libro de las leyes, como se le conoció inicialmente, es la gran obra legal que llevó al rey sabio al Capitolio de Washington…y a muchos más lugares.

Hace ahora ocho siglos, en Castilla se aplicaban un batiburrillo de leyes. Con las Siete partidas se recopilaron todas las existentes y se ordenaron. Se le añadieron razonamientos morales y filosóficos e incluso religiosos y, a partir de su publicación, solo se podía juzgar según sus disposiciones. Es decir, se instauró la llamada seguridad jurídica, algo básico en un estado de derecho.

Este gran texto legal se apoyaba en en el derecho romano y también en el canónico e incluso el feudal. Abarcó materias tan dispares como el derecho procesal y penal, pasando por el mercantil y el público y, por supuesto, el civil.

Con las Siete Partidas, quedaron establecidas en negro sobre blanco las leyes que regían la vida de millones de personas. Se reguló el matrimonio y las causas de separación “de techo y lecho”. Se aclaró quiénes eran hijos legítimos y quién debía heredar.

Se prohibió la usura, pero se permitió la esclavitud.
Se consideraron delitos la sodomía, la hechicería y el adulterio. E incluso el suicidio.

A los condenados según las Siete Partidas se les podía condenar podía castigársele a la muerte, o a prisión. También al destierro o a ser azotados . O a ver cómo su cuerpo desnudo se untaba de miel, para sufrir el tormento de las moscas.

Eso sí, no podía condenarse ni a los locos ni a los menores de 10 años.

Las Siete Partidas enseguida se tradujeron a otros idiomas: desde el gallego, el catalán o el portugués y el inglés. Y sus textos se estudiaron, durante siglos, en las principales universidades europeas.

Sus normas, también por siglos, se aplicaron no solo en los territorios de Castilla y León sino también en las tierras conquistadas de Canarias y reconquistadas de Granada.

Y cuando el poder español se extendió hacia América, con él llegaron las Siete Partidas, desde California a Tierra de Fuego.

Eso sí, con el paso del tiempo se elaboraron nuevas leyes que modificaron o complementaron algunos aspectos de las Siete Partidas. Y así se llegó hasta el siglo XIX cuando la influencia de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas causó un auténtico terremoto legal y abrió paso a la creación de nuevos códigos civiles y penales tanto en España como en las recién nacidas naciones americanas.

Y aún así, muchos de los elementos de las Siete Partidas sobrevivieron, especialmente en materia de derecho civil. Simplemente mutaron un poquito y se incorporaron a los nuevos códigos.

El reconocimiento por el impacto de este conjunto de leyes es para Alfonso X el Sabio. Pero él no es el autor, en el sentido moderno del término. En la recopilación y ordenación de las Siete Partidas participaron un número desconocido de juristas e incluso notarios. La labor del rey se correspondió, más bien, a la de promotor y editor. Uno, muy minucioso, eso si, que se inmiscuyó en el día a día de la elaboración del gran texto legal de Castilla…para el mundo.

Pero la pregunta es ¿quién era Alfonso X el Sabio, más allá de lo obvio?

Alfonso era hijo primogénito y por lo tanto heredero de Fernando III, rey de Castilla y con el tiempo, también de León. Su madre era una princesa alemana que se crió en la corte del emperador del sacro imperio romano.
Pero criar, le criaron un aya y un tutor, en Galicia, donde aprendió el galaico-portugués.

Se le casó con Violante, princesa de Aragón, a pesar de que tenía una relación íntima con una cortesana de la corte. La madre de su queridísima hija Beatriz.

Sabemos que le gustaba la caza, que era curioso de naturaleza y que estaba fascinado por el ajedrez.

Alfonso llegó a rey con los 30 ya cumplidos y, a diferencia de su padre, no tuvo grandes victorias en la reconquista de las que poder presumir. Se le llenó la cabeza con el sueño de lograr para sí el cetro del Sacro Imperio Romano, pero solo fue una quimera.

Vivió invasiones desde el norte de Africa, revueltas de mudéjares y enfados del rey musulmán de Granada. Y también enfermedades, conjuras y traiciones. Muchas y variadas. De nobles, de íntimos amigos desde la infancia, de hermanos, de su suegro–el poderoso rey Jaime I de Aragón–, de su esposa Violante e incluso de su hijo Sancho. Nada comparado a la muerte de Fernando de la Cerda, su primogénito. Su heredero.

Paralela a esa vida convulsa, Alfonso vivió otra llena de calma, estudio y arte

Él es el autor de al menos diez de las más de 400 composiciones de las Cantigas de Santa María. En ellas se conjugan textos en galaico portugués con ilustraciones y música para celebrar los milagros de la virgen, en consonancia con el fervor mariano de la época.

Y se discute de si su mano salieron incluso más. De lo que no cabe duda es que Alfonso fue la gran fuerza que movió hacia adelante esta obra maestra medieval.

También fue la mano que hizo posible las Tablas Alfonsíes, una revolución en astronomía y que recogía datos sobre las observaciones del firmamento realizadas por sabios judíos desde Toledo. Durante siglos se utilizó su información tanto para supuestamente predecir el futuro como para calcular los movimientos de los planetas.

Entre los compradores de una de las copias de de las Tablas Alfonsíes, más de dos siglos después de su publicación original, se encontraba el estudiante polaco Nicolás Copérnico. Encuadernó las hojas con cuero, añadió hojas en blanco para sus anotaciones y ahí comenzó su carrera hacia De revolutionibus orbium coelestium. Para quien quisiera ver y creer la evidencia: era el sol el centro del mundo, no la Tierra. Los antiguos estaban equivocados.

¿Y qué queda hoy de un rey que en noviembre hará 800 años de su nacimiento?

Su influencia sigue patente en numerosos aspectos de nuestro derecho civil. Y en Estados Unidos, por donde empezamos este programa, todos los años Cortes Supremas de estados como Louisiana, Texas, Arizona, Nuevo México y California citan a las Siete Partidas como base de sus sentencias. Son estados que en algún momento estuvieron bajo jurisdicción española o mexicana.

Y no queremos acabar sin decir que en la luna hay un cráter de nombre Alphonsus en honor a un rey que gustaba de mirar a las estrellas.


Y llegó el momento de las efemérides, de recordar qué pasó en 1252, el año en el que Alfonso X, a quien dedicamos este capítulo, fue proclamado rey de Castilla y León.

Ese mismo año, como es obvio, falleció su padre, Fernando III el Santo. Y Pero queremos recordarlo aquí por su importancia en la historia de España. Cuando nació en la aldea zamorana con el curioso nombre de Peleas de Arriba, Castilla y León eran dos reinos diferentes.

Con el pasar de los años, Fernando III heredó los dos territorios. Primero Castilla y más tarde León. Y ya nunca más serían independientes.

Pero la impronta de Fernando III en la historia de nuestro país va más allá. Fue uno de los grandes artífices del avance de la Reconquista, moviendo las fronteras cristianas hacia el sur para incorporar Jaén, Córdoba, Sevilla y Murcia.

Cuando murió en Sevilla en 1252 ya solo permanecen bajo dominio musulmán los pequeños reinos de Niebla y Tejada y en Granada, que aunque era independiente pagaba tributo a los castellanos.

Y 1252 también fue el año en el que el Papa Inocencio VI autorizó la práctica de la tortura en los interrogatorios de los sospechosos de heregía.

Y terminamos el programa de hoy con una frase de las Siete Partidas:

“Las palabras de las leyes han de ser claras para que todo hombre la entienda”

Esto ha sido un nuevo episodio de Calendario de Historias, una producción de Audire Podcast. Somos María Luz Rodríguez desde Ourense y yo, Ana Nieto, desde Brooklyn.

Música de Aser Rodríguez y EpidemicSound
Producción de Audire Podcast
http://www.audirepodcast.com

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